Ante un crepúsculo acuoso,
en trance,
que cual multicolor esponja
vierte estrepitoso,
con matizado alcance,
su paleta, que mi pesar forja.
De muy en lo alto del monte
viene el azote:
Esa vil y afable tromba
que nos sucumbe cual bomba.

¡Te veo desde el monte,
oh mundo!
En la ciudad corroída
me siento impotente.
El fluido no cesa en su caída,
ni un segundo.
En los prados míseros,
fatigados, impotentes,
el polvo nos ahoga y una voz...
agoniza en lo profundo.

Un vagabundo ahogado
en fluido.
Un labrador empolvado,
perdido.
Desquiciados, sin camino alguno...

Jamás comprenderé,
Nunca lo sabré... mas
me aferro en el monte;
sin siquiera saber dónde
perteneces, a dónde vas.
Me siento ahogar
en mí mismo,
me siento caer en un abismo
de mi falta de lugar,
NO es lluvia... es tu interior... ¡FURIA!

Escrito en Santiago de Veraguas, el 7 de octubre de 1989.