Pudibunda en el tálamo de rosas
arrulla a un amor recién nacido,
a través de los años conoce del dedal todas las puntadas
ha zurcido la tapicería en su hogar;
y vislumbra desde los tiempos de la lámpara del quinqué
para las chicas honradas el ábside la anhelada arquitectura.

Abnegada acepta el azúcar y la hiel
dejando jugar los sueños bajo su cúpula
a veces no le interesa si un pájaro rojo
picotea el nido de avispas
colgado sobre el álamo.

Pero la estremece la mordedura del ciempiés
esa traición urdida por una ninfa,
que ha leído los manuales de Casanova
sus carnes espléndidas hacen estremecer la moral
y le arrancan lágrimas a la esposa.

La amante con sabiduría de puta
atrapa en su red los plateados peces
que antes jugaban con su dueña;
después de arrastrar la relación cerca del crepúsculo
recibe en sus impúdicas nalgas el látigo de la esposa
así recuerda la lección olvidada.