Existen crónicas que no las traduce la tinta
historias narradas por el mármol,
donde el cincel se abre paso como un héroe
y ofrece su legado a la posteridad;
aquel tesoro muchas veces aparece en algún sarcófago.

Fidias estampa su sello en el frontón
ático soplo moldea este friso,
sin duda guiado por la sección áurea
que enciende el júbilo en las venas
de igual forma sonríe el atleta cuando ciñe sus sienes con el cinto
al cruzar victorioso la meta;
y allí el séquito celebra la hazaña.

El bronce manifiesta la rigidez del auriga
y el pliegue metálico lo torna fúnebre,
el mármol lo conmueve hasta las lágrimas
le devuelve la carne robada por el metal;
en algún museo de Berlín se encuentra un friso
hallado dentro del pórtico de jónicas columnas
aquel basamento reproduce batallas del Cíclope
prueba de la detestable idolatría ejercida en Pérgamo
y reprendida por la visión de San Juan
cuando Jesús guiaba la pluma del apóstol.

Estas memorias escritas en el mármol
nos llegan traducidas por los escultores,
Miguel Ángel buscaba una imagen oculta en la piedra
que siempre reflejaba su ácido ceño;
envuelto en un volcánico trasfondo.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia