El último hombre resplandece como un aro de titanio
y de igual manera que aquella planta
a la que también llaman aro de titanio;
se considera la flor más grande del mundo
pero en su ámbito se respira ese fétido olor
que obliga a una rápida retirada
mientras arrastra tras de sí a los inmundos insectos.

El último hombre parpadea con párpados inmóviles
se considera a sí mismo como el gigante
que ha salvado la civilización,
pero no es más que un enano
trabajando de bufón en los palacios.

El último hombre dejó atrás a los caballos
se mueve con los satélites,
y dirige la ágil dirección de los cohetes
esto lo hace más egocéntrico y altivo;
y en todo su recorrido de peregrino sin rumbo
sigue los pasos de aquellas visiones
observadas por el Nostradamus alemán
que veía como a través de una película terrífica
-rodada ante sus ojos de forma espontánea-
las imágenes de apocalípticos acontecimientos
que enmarcan al último hombre en el marco terrible de la última generación...

Y así el último hombre es el aterido espectador
de las visiones del último apóstol en Patmos.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia